Isabel
Allende ha cautivado a lectores de todo el mundo por su mezcla única de
realismo mágico, política y romance. Con Paula,
Isabel crea una obra magistral porque se trata de su relato más conmovedor, más
personal y más íntimo hasta el momento.

Por
esta razón el libro llegó a mi alma con más fuerza que a las personas que no
han pasado por eso; compartía, en cada página, el dolor, la angustia y el
desespero de Isabel y reviví cada sentimiento de esa agonía. Pero no escribo
para hablar de mi experiencia, escribo para hablar de la de Isabel.
Cuando
la autora chilena se encontraba en España presentando su libro El plan infinito, su hija entró en
estado de coma, supuestamente porque la porfiria había empeorado, pero Isabel
sostiene que fue causa de un exceso de medicación que le dieron a Paula cuando
ingresó a urgencias.
La
porfiria comprende un conjunto de trastornos de naturaleza genética. Cuando una
persona hereda un gen defectuoso de uno o de ambos padres, es posible que
padezca alguna forma de porfiria. Existen seis clases de este grupo de
enfermedades. Los seis tipos de porfiria se deben a problemas con los procesos
químicos de los que se vale el organismo para producir el hemo, compuesto que
trasporta el oxígeno y da el color rojo a la sangre. Si cualquiera de estas
enzimas falla, los compuestos que deberían convertirse en hemo se acumulan en
el cuerpo causando problemas.[1]
Todos
los días Isabel se levantaba, junto a su madre, salía del hotel en el que se
hospedaban, y pasaban todo el día recorriendo la sala de cuidados intensivos
esperando los 5 minutos que les daban para entrar y ver como estaba Paula. En
esa larga espera Isabel comenzó a redactar en un cuaderno una historia de su
familia, y de ella misma con la idea de que cuando Paula despertara,
probablemente sin memoria, lo leyera y recordara de dónde venía y quien era su
familia.
“Escucha,
Paula, voy a contarte una historia, para que cuando despiertes no estés tan
perdida.” Con esa oración Isabel empieza a escribirle a Paula en sus horas
interminables en el hospital y después junto a su cama en su casa de
California.
Sentada
en la sala de su casa, junto a su esposo Willie, Isabel recuerda cuales fueron
las primeras preguntas que le hizo a su hija, o tal vez a ella misma, por medio
del papel. Después de un largo silencio, tal vez devolviéndose a esos recuerdos
tan oscuros y tristes, contesta la pregunta, “¿Dónde andas, Paula? ¿Cómo serás
cuando despiertes? ¿Serás la misma mujer o deberemos aprender a conocernos como
dos extrañas? ¿Tendrás memoria o tendré que contarte pacientemente los
veintiocho años de tu vida y los cuarenta y nueve de la mía?, esas fueron
algunas, no las escribí todas porque eran tantas y tan confusas, mi mente daba
vueltas en ese momento ¿sabes?, y no sabia ni que escribir”
Estando
en la mitad de la presentación de su libro El
plan infinito, Isabel recibió la mala noticia, “Mientras explicaba desde un
micrófono la circunstancias que me llevaron a escribir el libro, mi agente se
abrió paso para soplarme al oído que Paula había ingresado al hospital. Tuve el
presentimiento feroz de que una desgracia fundamental nos había desviado las
vidas.”
Dentro
de este libro hay relatos de la vida de toda la familia de Isabel y de ella
misma, “le quería contar a mi hija todo lo que tal vez nunca le había contado
sobre mi infancia y las cosas que viví y que aprendí, incluso mis inicios en el
mundo extraño, confuso y placentero del sexo” dice Isabel entre risas. Pero
además de eso nos demuestra que siempre tuvo un gran interés en los libros y en
leerlos a escondidas como Mil y una
noches que cogía a escondidas de su Tío Ramón, “leí a hurtadillas las mil y
una noches en plena adolescencia, justo cuando mi cuerpo y mi mente despertaban
los misterios del sexo.”
Ella
encontró a el amor de su vida después de separarse de su primer esposo Michael,
y el padre de sus hijos, y cuando lo encontró fue algo explosivo y maravilloso
para ella. De la misma manera Paula encontró al de ella, fue amor a primera
vista, como todas deseamos que nos pase algún día, y ese amor no se esfumó en
ningún momento y estuvo ahí hasta el día en el que Paula se fue de este mundo.
A
pesar de que Isabel le decía a Ernesto, el esposo de su hija, que siguiera con
su vida, que se enamorara de nuevo, él siempre le decía que no podía que Paula
era el amor de su vida y era increíble para él que su felicidad durara tan poco,
solo llevaban casados un año. “ Sin Paula nada tiene sentido, nada vale la
pena, desde que ella cerró los ojos se fue la luz del mundo. Dios no puede
arrebatármela ¿para qué nos juntó entonces? ¡Tenemos tanta vida para compartir
todavía!” Isabel recuerda cada palabra y al decirlas su voz se va apagando cada
vez más, llena de tristeza y tal vez un poco de rabia con el destino.
En
la segunda parte del libro, mayo-diciembre 1992, se ve a una Isabel agotada de
tantos meses de agonía y desesperanza, de ver a todos alrededor de la cama de
Paula morir y además no ver avance en su hija, pero a pesar de todo ella
siempre tenía la esperanza viva. “Yo ya estaba cansada, cansada de no ver
cambios, cansada de estar separada de Willie, cansada de no estar en mi casa,
pero ante todo devastada porque veía muy lejos la posibilidad de volver a estar
con mi hija”, su esposo saca su pañuelo para secarle las lagrimas a Isabel y
ofrece hacer una pausa mientras él prepara un aperitivo.
Después
de la pausa, y ya más calmada, recuerda ese día en el que el medico le dijo que
su hija tenia daño cerebral y que era muy poco probable que fuera la misma de
antes, “será siempre una inválida, recuerdo muy bien esas palabras y siempre
que las recuerdo vuelvo a sentir que el corazón se me rompe en mil pedazos”.
Luego
de ese diagnostico Isabel se llevó a Paula a su casa en California y montó en
una de las habitaciones de su casa un mini hospital solo para ella, con
enfermeras por turnos y terapias especiales. Pero un día, por esa conexión con
otros mundos y con su hija, Paula se le acercó a su cama y en un sueño, más
real que sueño, le dijo que ya se quería morir pero que ella no la dejaba, le
pidió a su madre que la dejara ir, que su cuerpo ya era una prisión y quería
irse a descansar. “Después de esa noche, ya no tenia más dudas y lo único que
quería era dejarla ir, y así lo hice, deje de esforzarme por mantenerla
conmigo.”
La
madrugada del domingo 6 de diciembre de 1992 murió Paula. “Su vida se detuvo
sin lucha, ansiedad ni dolor, en su tránsito sólo hubo paz y el amor absoluto
de quienes la acompañábamos.” Esas palabras salen de la boca de Isabel con
tranquilidad y satisfacción, porque sabe
que su hija ahora puede estar más cerca de ella y pueden conversar más seguido.
De
la misma forma como Isabel acabó su libro yo acabaré la entrevista, pero no sin
antes recomendar el libro a todas aquellas personas que aún no lo han leído, es
de esos libros que hay que leer por lo menos una vez en la vida.
Adiós,
Paula mujer.
Bienvenida,
Paula espíritu.
*Esta reseña está escrita para que parezca como si hubiera entrevistado a Isabel. Esa entrevista es hipotética y la escribí así para desarrollar el tema del libro de una manera diferente.
Salud, M. (10 de
Octubre de 2012). medicinasalud.org. Recuperado el 12 de Octubre de
2015, de Medicina Salud:
http://medicinasalud.org/dolor-enfermedad-enfermedades-trastorno-mal-trastornos/porfiria-tratamiento-causas-s-ntomas-diagn-stico-y-prevenci-n/
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